El teatro en el cuerpo, en el decir y hacer
Publicado el 09/06/2022
Dice que su paso por una compañía teatral ha sido su vida, donde estuvo 17 años. Que lo marcó tanto en el camino de las artes como en el cooperativismo en general.
El que se expresa es Claudio Granados, egresado de Arte Dramático del IUPA, y rememora su experiencia en la cooperativa artística La Hormiga Circular.
Hoy, Claudio ejerce la docencia en la ESRN 140 de Ingeniero Huergo, con estudiantes de primer a cuarto año del secundario. Casualmente, conforma equipo de trabajo junto con otros egresados de IUPA de Artes Visuales, y se suma un docente de Música. “Tratamos de trabajar mucho interdisciplinariamente para la producción artística”.
Además, dicta talleres extraescolar. “Tengo la suerte de que haya un aula específica en la escuela para trabajar la educación artística”, señala, y destaca los equipos de trabajo.
Lo apodan “Tío” por una historia familiar con su sobrino Eric, contemporáneo en edad con Claudio, y que desde corta edad lo llama así.
A sus 23, sin nociones del arte ni mucho menos de teatro, ingresó a La Hormiga como iluminador, para colaborar, porque tampoco sabía del asunto. Estaba buscando un lugar de pertenencia y surgió esta propuesta; además de aprender el oficio, lo llevó a viajar. Y a definir que ese oficio podía ser, también, una profesión y una salida laboral.
El de este egresado ha sido un camino de transformación. Además de la iluminación supo aprender a moverse en roles administrativos y también escénicos. “La experiencia cooperativa requiere de mucha tolerancia, y se aprende a dialogar, a escuchar”, señala.
Tenía cerca de 24 o 25 años cuando finalizó el nivel secundario (había quedado debiendo materias ) y tuvo que tomar decisiones. “Había que pensar alternativas de vida. O me voy de la Hormiga o qué?”, desliza.
Había hecho algunos talleres y participado de algunos roles. “En ese ir y venir me anoté para hacer funciones para escuelas. Me probé como actor”. En esta búsqueda también tomó talleres de clown, de murga y otras actividades en la región. Lo convocaron para otra obra y se decidió por la actuación. «Quiero hacer esto. Me pongo a estudiar”, refuerza.
Así desembarcó en IUPA, hasta su egreso en 2015. Hizo 300 funciones de una obra infantil llamada Tres tristes trigos (de Cristian Palacios). “La razón blindada fue otra obra que también me dio mucha satisfacción hacer”, señala. Allí hizo de De la Mancha, basado en la dramaturgia de Arístides Vargas. Otra que trae en su recuerdo es Desesperando.
El teatro lo hizo abrirse y reconocerse. De su experiencia actoral arrastra y apuntala el trabajo colaborativo. “Cuando empecé a iluminar, me sentí parte de algo que era mayor que yo mismo, y que lo que hacía era importante. Esa idea de ser una parte del todo es lo que intento transmitir a mis estudiantes, y cada uno empiece a producir siendo parte de un todo y no aisladamente. Una puesta en escena no hace en soledad”.
Pasó el tiempo y en 2019 decidió dejar La Hormiga por diversas cuestiones. No obstante, tanto en lo escénico como en la labor educativa aplicó técnicas de cuerpo y de voz que estudió en su carrera. Mientras transité la carrera, todo lo que tomaba del IUPA lo canalizaba en las obras que teníamos en funciones. El IUPA me dio el concepto de lo que estaba haciendo”, refiere.
Hoy pone en marcha diversos entrenamientos y técnicas provenientes de la universidad, en su tarea educativa, y trabajando con otras disciplinas artísticas.“Las herramientas que uso en la escuela son las que aprendí de los distintos profes y sus miradas en IUPA”.
En la mirada de Claudio nunca se termina de crear, ya sea en la educación como en la escena. “Tengo el teatro en el cuerpo, en el decir y en el hacer”, asevera.