Alejandro Aldana: «Es una bendición poder vivir del arte»

«Vengo de una familia de músicos. En mi casa siempre se escuchó música de todos los estilos, principalmente clásica. Siempre fui a conciertos, desde chico; una vez mi padre me preguntó si quería aprender a tocar un instrumento, fue muy natural. Una de los motivos fue que me di cuenta que podía conocer otros países, otros músicos de culturas diferentes y conectarme a través de la música».

Así, de manera fresca y natural, sintetiza su historia personal Alejandro Aldana, violinista, brasileño de nacimiento pero con familia argentina, y hoy violinista Solista A de los primeros violines de la Orquesta del Teatro Municipal de San Pablo, Brasil, lugar donde nuevamente reside. Previamente, formó parte de la Orquesta Sinfónica Brasileira de Rio de Janeiro.

Alejandro se graduó en 2003 como profesor nacional de violín en el IUPA. Luego continuó estudiando lo que se denominaba «Práctica del Concertista» mientras participaba del Grupo de Tango de Fundación Cultural Patagonia. Al finalizar, partió a Buenos Aires a trabajar en la Orquesta Nacional. En tan solo un par de meses voló a Alemania para continuar creciendo como artista, algo que siempre tuvo en mente.

«Europa me atraía mucho. Fui a un festival de orquesta en Schleswig Holstein Alemania, cuando tenía 20 años y tuve la oportunidad de conocer otros estudiantes que ya estudiaban en alguna universidad alemana. Me acuerdo de que al finalizar el festival, pude tomar una clase en Frankfurt con el profesor Walter Forchert, con quien me mantuve en contacto durante todo el año siguiente, y finalmente pude audicionar para su cátedra de violín. Fue un gran maestro, tengo muy buenos recuerdos, un gran violinista, y sobre todo un ser humano excepcional», rememora.

En su época de estudiante, este joven se formó con la profesora Elvira Faseeva. «Elvira me acompañó con mucho cariño desde que tenía 9 años hasta que me fui a Alemania», refiere. Además, mantiene un gran recuerdo del profesor Ljerko Spiller· «Con ellos pasé la mayor parte de mis estudios, ya que tenía clases hasta 2 o 3 veces por semana».

De esta etapa, Alejandro rescata la formación multidisciplinar: «Creo que la formación que tuve en el IUPA fue muy completa; recuerdo que pasaba todo el día yendo de una clase a otra, desde violin, Psicología, Derecho hasta Historia del Arte y muchísimas otras más. Pasaba muchas horas con mis compañeros.

Teníamos edades muy diversas, y muchos de ellos hacían otras carreras de la institución como Teatro, Artes Visuales, Danzas. Eso me dio una visión más amplia de encarar las cosas, y me ha servido para el desarrollo de mi carrera».

Hoy, aunque no tiene en mente ningún plan a largo plazo, se muestra a gusto con la metrópoli brasileaña. «Me encanta vivir en Sao Paulo. Culturalmente es muy fuerte, y siendo músico clásico, es una ciudad que ofrece muchas posibilidades para tocar, dar clases y emprender proyectos independientes. Además, Sao Paulo tiene mucha estructura, muchas orquestas y escuelas de música, tiene sus propios festivales internacionales y es un punto referente en todo Brasil», asevera.

Sin duda, también pesa la vinculación con los habitantes. «En general los brasileños son muy cálidos y muy amables, y sobre todo alegres. A pesar de ser una ciudad enorme, se puede vivir muy tranquilo por el humor de la gente», opina.

Alemania vs Argentina

Las diferencias entre la formación alemana, en tanto música clásica, de la Argentina, han tenido su huella. Según Aldana, en Alemania la música clásica se respira en el día a día. «Estuve estudiando 5 años y muy pocas veces habré llevado algún estudio de técnica. Por supuesto que trabajamos mucho en técnicas de interpretación y ejecución del instrumento y sobre todo del control y relajación del cuerpo. Claramente, la técnica es fundamental para poder hacer música. Pero, a diferencia de la Argentina en general, la enseñanza en Alemania es muy diferente: en mi caso siempre se basó desde la interpretación musical, desde lo artístico y estilístico», observa.

Mientras residía en Alemania, realizó en Londres una audición para Brasil. «Tenía ganas de volver a Latinoamérica, sentía la necesidad de hacer cosas acá y de alguna manera poder traer todo lo que aprendí allá durante esos años», añade.

¿Del arte, se puede vivir?

La pregunta del millón, sobre todo de los jóvenes, se contesta sola para un músico como Alejandro. «Es una bendición poder vivir de la música, vivir del arte. Es cierto que lleva mucho esfuerzo y dedicación pero al final vale la pena», señala.


Sobre el concierto en La Usina del Arte

Alejandro ha podido tocar en este espacio varias veces. Al respecto, relata pormenorizadamente su experiencia en este último año y sobre todo de la última presentación, junto al pianista Leandro Rodríguez Jáuregui.

«En esta oportunidad entre otras cosas toqué en la sala grande el concierto Brandenburgo No 5 de Bach. También hicimos una sinfonía de cámara del compositor hasta entonces desconocido para mí Franz Schreker que esta compuesta para 23 instrumentistas solistas.

Unos días posteriores a este concierto, también toqué junto al pianista Leandro Jáuregui en la sala de música de cámara una obra del compositor americano Morton Feldman, uno de los más destacados del siglo 20. Lo más gracioso es que unos meses atrás había tocado en esa misma sala la Partita 2 del compositor barroco JS Bach que incluye la famosa Chacona, es decir, son dos obras con lenguajes totalmente diferentes y de períodos muy distantes.

Fue un gran descubrimiento haber tocado la obra de Feldman. Es un compositor que innovó a la hora de componer. Sus obras suelen ser muy extensas y pueden durar varias horas, en este caso la obra que hicimos duraba aproximadamente 1 hora y 6 minutos.

Los ritmos parecieran ser libres, a veces con compases incompletos, lo cual desestabiliza al intérprete y a la audiencia. Él busca en sus obras  justamente desestructurar a la música como se venía escuchando hasta ese entonces. La obra que hicimos requiere mucha concentración, los motivos que presenta la obra pueden repetirse varias veces y aunque al escucharla parezca fácil, el trabajo de ensamblado con el piano requiere de muchísima atención y foco. Fue una experiencia muy enriquecedora».