Brando y el Oscar

Marlon Brando fue una bestia en muchos sentidos. Dotado de una belleza masculina a tono con los cánones de la industria cinematográfica estadounidense atrajo las miradas desde muy pequeño… algo que le costó manejar al punto tal de que atentó contra sí mismo por ello… hasta que encontró que podía ser redituable. Por otro lado, poseedor de un gran talento desde temprano para encarnar otredades y actuar casi de modo natural, tomando la plasticidad de la vida humana en sus gestos cotidianos logró, con años de trabajo y un ímpetu de rebelde sin causa, darle una profundidad psicológica pocas veces vista en la gran pantalla. Quizás por eso fue dos veces galardonado con el Oscar, los premios de la academia de cine norteamericano para espolvorear brillante berreta en un premio nacional inflado por el dorado sintético de un esmalte petrolífico… La segunda vez fue por su interpretación de Don Corleone en El Padrino, pero rechazó el premio y envió en su lugar a Sacheen Littlefeather, una actriz y activista por los derechos civiles de los indígenas en el país del norte, quien subió al escenario y expuso un discurso sobre los atropellos figurativos y narrativos que las historias de Hollywood perpetraban contras los pueblos originarios al tiempo que denunció el asedio y la matanza ejecutada por el gobierno federal en Wounded Knee contra los indios Sioux. Brando fue nominado en otras oportunidades para recibir la estatuilla… por ejemplo: El último tango en París… tristeza, tristeza y mucha bronca… una carrera tirada a la basura por el acto bestial de haber violado a la actriz protagónica frente a cámara en una situación total de desconcierto para la infinitamente traicionada María Schneider. Hay errores en la vida que pueden sopesarse para dar cuenta del debe-haber en la mora vital, y quizás muches salgan indemnes… pero desde el momento en el que deliberadamente alguien violenta a otra persona ultrajando su humanidad se convierte en un eternamente culpable. Viejo, te fuiste muy mal al pasto y te re cabe la de “… el violador eres tú”.