Buñuel, Chaplin y un árbol de navidad

Entre el arte y la cultura de masas hay un romance tormentoso. Muchos, por no decir casi todes, o por no decir el noventa y nueve coma nueve por ciento, quieren la fama, el dinero y las mieles de ese cocktail (o bomba molotov… pensalo como quieras). Buñuel, vanguardista provocador, pasó una temporada en Hollywood Land becado por la Metro Goldwyn Mayer para “aprender” a hacer cine luego de haber estrenado “La edad de oro”. En una cena durante un mes de diciembre compartió la velada con Chaplin, quien asistió a una performance en vivo para conocer la sangre latina hirviendo ante la injusticia… de modo que tras una cena maltrecha por los destrozos, el gran realizador de filmes para el Nickelodeon invitó al español a compartir la mesa en su gran mansión; a partir de allí: fiestas, relaciones y reventones hasta que al getón aragonés se le terminó la suerte tras alguna frase desafortunada contra alguna diva de la gran industria norteamericana. En el ´39, viéndose obligado a escapar de Europa regresó al valle de los sueños sin un duro-cobre-peseta en los bolsillos, y creyó que sería oportuno vender algún gag surrealista al vagabundo de bigote, pero éste lo dejó de plantón y se ganó el ingreso a las malas memorias de “Mi último suspiro”. El insulto nace de un bronca mezquina pero se cuenta con el deshonor en una épica… Buñuel dijo de Chaplin y el desencuentro fue el fruto de que “no tuvo el valor de firmar un llamamiento a favor de la República y contra el golpe militar fascista”… pero también andaba eso de la platita en medio… porque todo gran juicio esconde un privado dolor de pasiones y desgracias personales… como Salinger, que detestaba Hollywood porque Chaplin enamoró a su amor cuando él se fue a la guerra… y gracias a ello nació “El cazador oculto”.